Recuerdo la primera vez que visité la casa de Pablo Neruda en Isla Negra, nos recibió una Guía (hoy usan el sistema de audioguía), quién en la entrada de la casa nos dijo: “cuando entren a esta casa, deben tener en cuenta que el lugar, el tipo de construcción, los materiales, la decoración, no fue obra de un arquitecto o constructor, sino de un poeta”… Cuanta razón tenía, por ejemplo, en el pasillo que comunica el lugar de acceso con el comedor, al lado derecho, hay una ventana que da hacia el mar. A ese lado hay en el suelo botellones de vidrio de diferentes formas y tamaños en colores azulados. En el lado izquierdo, otros botellones también diversos de colores marrón. La explicación fue que los de color azul están al lado del mar y los de color marrón del lado de la tierra… En el mismo pasillo hay una ventana hacia el lado del mar, con unas repisas llenas de barcos en el interior de botellas, ¿porque en ese lugar?, porque al mirar hacia el mar, se puede ver como los barcos navegan…
De regreso en Chile desde Europa, en 1937, el poeta estaba buscando un lugar donde trabajar en su Canto General, un gran libro sobre la historia de los pueblos americanos. “La salvaje costa de Isla Negra, con los tumultuosos movimientos de sus olas me inspiraron para meterme apasionadamente en el trabajo de mi nuevo canto", escribió posteriormente en sus memorias "Confieso que he Vivido".
Neruda amaba Valparaíso, en 1959, les pidió a sus amigas Marie y Sara Vila buscarle un lugar en Valparaíso donde pudiera vivir y escribir en paz. Encontrar una casa de acuerdo a los deseos de Neruda no fue nada fácil. Tenía que estar en un cerro, pero cerca del plan de la ciudad, mirando hacia el mar y hacia los cerros, lejos de todo pero cerca de los medios de transporte, en un vecindario tranquilo, aislado pero no mucho, original pero confortable y más encima a un buen precio.
La casa que Neruda construyo en 1953, en el barrio Bellavista de Santiago fue bautizada “La Chascona” en honor a Matilde Urrutia, su amante secreta hasta 1955 y posteriormente su tercera esposa. En sus memorias Matilde recuerda una tarde en que caminando por el vecindario encontraron este lugar cubierto de arbustos a los pies del cerro San Cristóbal.
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